NIDO BLANDO

Gracias totales

Walter es el joven soldado que en la foto está sosteniendo un pan mientras tira un beso. Esta histórica foto, que descansó en su mesita de luz por años, lo trajo de regreso a la Patagonia, a 37 años de finalizada la guerra, en busca de paz.
lunes, 15 de julio de 2019 · 16:44

Por María Marta Martínez

Walter Pintos es un ex combatiente de Malvinas de Provincia de Buenos Aires. Tiene 56 años, 3 hijos y es técnico en refrigeración. Vive junto a su mujer y tiene a cargo a su mamá a quien cuida porque sabe que “ahora me toca a mí devolverle a ella todo lo que ella hizo por mí”. Es un hombre agradecido y de eso trata esta historia.

Hace un mes, después de 37 años, regresó a Puerto Madryn con la esperanza de encontrar a dos familias que le dieron contención y comida cuando volvió de Malvinas, justamente, para decirles: “Gracias”.

El día en que Madryn se quedó sin pan 

Era media tarde del sábado 19 de junio de 1982 cuando el transatlántico inglés “Canberra” arribó al muelle Almirante Storni de Puerto Madryn con más de 4.100 soldados argentinos que, tras la rendición, volvían de Malvinas en calidad de prisioneros de guerra. Allí los esperaban camiones del ejército para llevarlos a Rawson y finalmente a Buenos Aires, donde eran reportados a sus hogares.

Según los testimonios de quienes vivieron en primera persona aquél momento, eran 4 mil almas con frío, hambre, que llegaban desahuciadas a suelo argentino donde, a pesar de los intentos de las autoridades militares por ocultarlos (los camiones iban con las lonas cerradas), el pueblo entero de Madryn sabía lo que estaba sucediendo y salió a la calle a recibirlos.

Del buque británico, los llevaban en camiones hasta la barraca Lahusen. En ese trayecto, la gente rompía el cerco militar para acercarse y brindarles lo que tenían a su alcance: algunos se pusieron algo celeste y blanco y acompañaban con palabras de aliento y agradecimiento, otros cargaban canastas llenas de pan, comida y bebida caliente; muchas familias llevaban a los soldados a sus casas dónde les ofrecían un baño caliente, una buena comida y llamar por teléfono para avisar a sus seres queridos que estaban vivos.

Foto: el buque brtiánico Canberra. 

Como los soldados no tenían nada para ofrecer, a cambio, empezaron a tirar desde los camiones las pocas prendas que traían puestas (porque luego de las requisas de los británicos, les sacaban hasta los cordones) y la gente recibía con euforia aquellos recuerdos de la guerra.

En primera persona

Walter cuenta que aquel día “bajamos del Canberra y no estábamos muy lúcidos. Veníamos del frente. Yo estaba muy mal anímicamente porque pasé muchas cosas allá. Perdí a la mitad de mis compañeros en el frente de batalla, dormí entre los muertos muchos días. Llegué abatido”.

Además, entre los soldados argentinos, se corría el rumor de que “no nos querían acá. Entonces uno pensaba de todo. Y, de pronto, encontrarme con gente amorosa, que nos daba su afecto, que me decía que siga adelante, que nunca baje los brazos, para mí fue un click, fue un antes y un después”.

“Un señor me fue a buscar a la barraca junto con sus hijas. Me agarró del brazo, rompió un cerco de soldados que había y me sacó de ahí. Atrás mío vinieron 4 compañeros más. Había mucha gente. Cuando llegamos a su casa, la mujer había preparado la mesa. Estaba haciendo fideos y había de todo arriba de la mesa. Me acuerdo que le pedí para tomar mate, porque como mi familia es de Corrientes, soy matero, y una de las hijas, ahí nomás preparó el mate. No estuve mucho tiempo en la casa, fue todo muy rápido, pero tomamos mate, la chica más grande empezó a tocar la guitarra, cantó unas canciones y después comimos. Veníamos de una guerra y que te traten así... En mi memoria quedó grabado ese cariño que me dio esa gente y me aferré mucho a eso. Siempre tuve presente a estas familias y fue eso lo que muchas veces me salvó de no tomar caminos equivocados en mi vida”, explica Walter que tenía 18 años y había vivido lo que ningún pibe debería vivir: el horror de la trinchera.

La búsqueda (por el) interior

Desde entonces, su cuenta pendiente era volver para, tan sólo, agradecer. “Siempre tuve la esperanza de volver a ver a ese matrimonio que me dio una tira de pan cuando subí al camión, o encontrar a la familia que me sacó de la barraca y me llevó a su casa a comer. Tengo una foto siempre arriba de la mesita de luz, la miro y eso me trae mucha paz porque me recuerda ese momento”, rememora.

Walter siempre supo que volvería a Madryn, pero por el trabajo, los hijos o su mamá, “nunca era el momento”, reflexiona en voz alta. Hasta que un día, un mural se convirtió en la punta del ovillo de esta búsqueda. El mural se llama “El regreso” y se inauguró el 19 de junio, a 37 años de desembarco del Canberra en Puerto Madryn. Es una obra realizada por un grupo de artistas plásticos en el marco del proyecto "Ciencia al viento" que impulsa el CONICET (Ver nota).

“Tengo un amigo que trabaja en Conicet. Él sabía de esa famosa foto (ver más adelante “La foto del pan”) y de mi historia. Me llama y me cuenta que estaban haciendo un mural en Puerto Madryn y que me vaya para allá y aproveche a contactarme con gente que me ayude a encontrar a estas familias”. Había llegado el momento, “me voy ahora”, sentenció. Una vez en suelo patagónico, Walter no estaba solo. Contó con la compañía de su mujer en todo momento, con la ayuda de gente que trabaja en el puerto, con el Centro de Veteranos de Malvinas de Madryn y con dos jóvenes realizadores audiovisuales locales, Lisandro Crespo * y Ramiro Torres, quienes se pusieron la búsqueda al hombro como si fuera propia.

¿Por dónde empezar? Walter recordaba poco de aquel día de 1982. Sólo sabía que no había caminado más de 3 cuadras y media desde la barraca Lahusen hasta la casa de esta familia que tenían tres hijas y una tocaba la guitarra. Entonces, golpeó puerta por puerta, en un radio de no más de 3 cuadras y fue contando su historia a los vecinos y sintió cómo una vez más, el mismo pueblo le volvía a abrir sus puertas. “Yo golpeaba y les decía que hace 37 años bajé en un barco acá, que se llamaba el Canberra y que estaba buscando a la gente que me ayudó en ese momento. Y la gente nos abría las puertas de su casa y nos invitaba a pasar sin conocernos”.

Finalmente un llamado telefónico lo dejó helado: era Vanesa, una de las hijas de Yolanda, “la señora de Piquín, el hombre que me fue a buscar a la barraca junto con sus hijas y que me sacó de ahí”, asegura Walter.

Las manos de Yolanda

Luego del llamado, Walter no quería dilatar un minuto más el encuentro. "Empezamos a buscar su casa y no encontrábamos el número. Paramos el auto, la llamo de nuevo. De pronto, delante mío veo a una señora caminando. Le hago juego de luces, ella levanta el brazo. Cada vez se acercaba más. Era increíble. Algo me decía que era ella. Y me dio el mismo abrazo que hace 37 años”, relata con detalle y muy emocionado.

Walter supo que Piquín era  Héctor Montiquin y que había fallecido pero Yolanda todavía vivía ahí. “Le agradecí, le besé las manos porque con esas manos ella hizo comida para nosotros, en el peor momento de nuestras vidas”.

Sin que nadie lo notara, como si el destino los hubiera manipulado hasta reunirlos en ese lugar, luego del abrazo con Yolanda, Walter levanta la vista y se da cuenta de que estaban parados justo en la esquina de la calle Islas Malvinas.

Foto: (Gentileza de Lisandro Crespo). La mujer de Walter, Yolanda Montiquin y Walter en la esquina de la calle Islas Malvinas. 

La foto del pan

“Yo era del Regimiento 4 de Infantería de Monte Caseros de Corrientes. Y se iba mi contingente. Entonces nos fuimos de la casa. Ahí con mi compañero León, cruzamos la calle donde estaban los camiones que nos llevarían a Rawson. Venían señoras con canastas de pan, nos daban flautas. Cuando estamos por subir al camión, viene un matrimonio corriendo y nos piden una prenda. Yo no tenía más que la chaquetilla, el pantalón, una remera y el gorro. Veníamos en calidad de prisioneros, ni los cordones teníamos puestos. Los ingleses no dejaban nada. Te revisaban todo. Pero me saqué el gorro y se lo puse al hombre, nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Me apretó fuerte, por eso me acuerdo. Y lloré, me descargué con él. Me acuerdo que me hablaba al oído y me decía que tenía que seguir adelante. De ahí me subo al camión y, en el medio de la foto hay una señora que casi no se ve, que me muestra un bebé y ahí le tiro el beso a la mujer. Y justo en la foto, al que yo le di la gorra estaba a la derecha, uno que está con un gorrito con orejeras. El calor que me dio ese pueblo, me hizo sentir como si hubiera llegado a mi casa. Vi en los ojos de ese hombre el amor al prójimo. El fuego de los ojos habla por sí solo. Y en los ojos de esas personas vi los ojos de mi mamá, de mi papá, de mis hermanos, a los que extrañaba horrores”.

Foto: la histórica foto en la que Walter saluda al hombre al que le dio su gorro y tira un beso a su hija.

La vida continúa

Ahora, la vida de Walter sigue, casi, como siempre. Volvió a Buenos Aires a su trabajo, a cuidar a su madre y acompañar a su hijo de 10, que va a la escuela. A pesar de sentirse “triste por momentos”, tiene una tranquilidad que no sentía hace mucho tiempo: pudo agradecer.

Lo que lo motiva ahora es poder transmitir, en especial a los jóvenes, la importancia de cuidar ciertos valores como la familia y la solidaridad. También le encantaría poder plasmar en un libro todo lo que vivió después de la guerra (y asegura que lo va a hacer) y encontrar a la persona que le dio esa tira de pan, de la famosa foto en la que está tirando un beso para una mujer que, tal vez sea hoy, una mujer de unos 35, 40 años. Desde 100 pájaros, el beso y nuestros respetos son para todos los ex combatientes de Malvinas.

Foto: (Gentileza Lisandro Crespo). Walter junto a Yolanda el día del reencuentro.

Foto: durante el reencuentro, compartieron una guitarreada como aquel día del regreso.

Foto: toda la familia de Yolanda recibió a Walter después de 37 años. "¡Gracias Chubut!", exclama Walter. 

Foto: Walter junto a otros veteranos de Malvinas. 

Foto: parte del mural "El Regreso".

*Agradecemos a Lisandro Crespo que nos hizo conocer la historia de Walter.

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