Los enfrentamientos armados entre las fuerzas armadas de Sudán y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) en Jartum han tenido un giro dramático al surgir reportes de que hombres armados presuntamente asaltaron las casas de personas que trabajan para las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.
Las RSF negaron la acusación y dijeron a la CNN que “nunca asaltarían” empleados o personal de la ONU y que respetan “el derecho internacional”. A su vez, afirmaron que fueron sus enemigos, dirigidos por el líder militar de Sudán, Abdel Fattah al-Burhan, quienes habrían entregado uniformes de las RSF para atacar “civiles, embajadas y otros grupos”.
Tras cuatro días de violencia, especialmente cerca del comando del ejército, del palacio presidencial y de dos bases de las RSF al norte y oeste de la capital, los residentes de la ciudad permanecen atrapados y bajo disparos, explosiones y vuelos de combate. Según la OMS, al menos 270 personas han muerto y más de 2.600 fueron heridas.
El caos en Sudán es el resultado de una sangrienta lucha por el poder entre Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo, el jefe de las RSF. Los dos líderes se han acusado mutuamente de ser los responsables de fomentar la violencia y romper los ceses temporales de fuego. En paralelo, la ONU continuó pidiendo a las facciones rivales que cesen las hostilidades, pero sin éxito.
Cabe recordar que Burhan y Dagalo trabajaron juntos para derrocar al presidente sudanés Omar al-Bashir en 2019 y cumplieron un rol crucial en el golpe militar de 2021. No obstante, la alianza se rompió durante las negociaciones para integrar las RSF en el ejército del país, en lo que era parte de un posible plan para restaurar un gobierno civil.