Nunca se sabrá si aquel fatídico 12 de julio de 2018 Pity Alvarez, músico, famoso, controvertido, líder de Viejas Locas, podía pensar bien o mal. Ese día, empuñó un arma calibre .25 y le pegó tres tiros a Cristian “Gringo” Díaz. El primero, en pleno rostro. Cuando cayó, le disparó otras dos veces rematándolo. Después, se subió con su novia al auto, y se fueron a bailar a una discoteca. En el camino, tiraron el arma en una alcantarilla.
Ahora, en este febrero de 2023, estaba previsto enjuiciarlo, finalmente, por homicidio. Pero la fiscalía solicitó la suspensión indefinida del procedimiento judicial. Los jueces aceptaron, y decidieron establecer una supervisión cada seis meses para verificar el estado mental del acusado. No es la primera vez que se adopta una medida así en este proceso. En febrero de 2021 también se suspendió todo, por razones parecidas a las esgrimidas ahora.
Los informes psicológicos forenses indican que no puede pensar con claridad. Que es incapaz de sentir placer, en medio de un severo trastorno depresivo. Y que, por lo tanto, no puede ejercer su defensa en el juicio.
“Padece un cuadro de deterioro psico orgánico compatible con un trastorno cognitivo mayor", se afirma en el informe forense. Sostiene que la capacidad de comprensión de lo que significa estar en proceso "se encuentra francamente disminuida y (en consecuencia) la posibilidad del ejercicio de su defensa está dañada y menoscabada".
La discusión de aquel 12 de julio de 2018 había sido por el presunto robo de una mochila. “Lo maté porque era él o yo. Y creo que cualquier animal haría lo mismo”, dijo Pity Álvarez, cuando se entregó, el 18 de ese mismo mes, a la policía.
Ahora dice poco o nada. Está encerrado en otro mundo, del que nadie sabe si alguna vez saldrá.