“El planeta es uno y no es infinito”, nos dijo hace algún tiempo un férreo luchador contra la extinción del huemul en la Patagonia. Hoy, 17 de junio, recordamos sus dichos cuando se conmemora el "Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía” y nos parece una estupenda oportunidad para barajar y dar de nuevo.
En ese camino parece estar la gente del INTA desde hace muchos años. “Siempre se pensó, además de lo meramente tecnológico, en un enfoque sobre las condiciones de vida. Así aportamos a mejorar la provisión de agua, instalamos los primeros paneles solares para que pobladores pudieran tener energía en sus casas, sectorización de espacios de producción con alambrados eléctricos. La idea siempre fue mejorar la producción, pero también aportar a que la gente se quede en los campos y mejorar sus condiciones de vida”, cuenta Celso Giraudo, ingeniero agrónomo jubilado de INTA Bariloche.
Nicolás Ciano es director del Centro Regional Patagonia Sur de INTA y comenzó su trabajo en la institución a inicios de los 90. Por aquellos años se focalizaba en la restauración de áreas degradadas por actividades petroleras que después se adaptaron a otros terrenos. “La intersiembra de mallines y la implantación de arbustos fueron ejes fuertes del trabajo. Y la viverización de especies nativas fue fundamental para generar procesos definitivos de restauración de los ambientes", detalló.
Ciano no lo puede decir de manera más clara: “El INTA tiene una frondosa historia de trabajo sobre desertificación que abarca a toda la región, y ha sido pionera en el tema”.
De pioneros y nuevos desafíos
La realidad es que el trabajo del INTA hoy se enfrenta al desafío de incorporar en la producción nuevas demandas y visiones de la sociedad, nuevas urgencias (como las medioambientales) y nuevos valores (como los relacionados al bienestar animal o la responsabilidad social).
“Hay un nuevo paradigma que tiene que ver con la trazabilidad de los procesos y la certificación ambiental. Eso nos lleva a pensar que nuestros establecimientos ganaderos tienen que producir de una manera sustentable, que genere renta para el productor y que se adapte a las normas de las empresas, y hay que hacerlo realidad”, contó Ciano.
Y agregó: “La ganadería en Patagonia tiene historia y se hacen las cosas bien. Y qué mejor que poder medirlo, monitorearlo y mostrarlo para ganar nuevos mercados cuidando el ambiente que es la casa de todos”.
Una historia de 50 años
Las características áridas de la región, la producción ovina y el impacto de los fenómenos climáticos han establecido el abordaje de la desertificación como uno de los ejes más importantes del INTA.
Este camino comenzó allá por 1992 cuando se identificó a la desertificación, junto con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, como los mayores desafíos para el desarrollo sostenible en el marco de la Cumbre de la Tierra de Río.
Pero ya en la década del ´60 el INTA había comenzado con los trabajos de caracterización y estudios del pastizal natural, los procesos de degradación del suelo y tareas de recuperación. Juan María Escobar, ingeniero agrónomo jubilado del INTA Chubut, trabajó en el desarrollo de sistemas de evaluación de pastizales en la zona y cuenta que “en un principio se puso el foco en la producción ovina, pensando fundamentalmente en aspectos productivos”.
“Luego se comenzó a trabajar sobre la remediación de áreas con grandes procesos erosivos como los médanos de la zona continental de la región, y se desarrollaron técnicas para fijar esos sitios con grandes procesos de erosión eólica”, recuerda.
Tenían que llegar los 80 para que se comenzaran a utilizar métodos de evaluación de pastizales adaptados a las características locales en Santa Cruz, Chubut y Bariloche. El trabajo en los mallines fue fundamental para asegurar el desarrollo productivo de la región. “Abordar estos terrenos más húmedos, separarlos de los cuadros áridos y delinear la tarea de acuerdo al potencial de cada espacio fue clave. Eso generó que en muchos establecimientos se produjeran cambios importantes en el manejo. Antes, el acceso a los mallines estaba determinado por los animales, y eso generaba una sobrecarga, entonces empezamos a reducir ese caudal y a recuperar las condiciones naturales de los terrenos”, contó Escobar.
Actualmente se cuenta también con el sistema de Monitoreo Ambiental de Regiones Áridas y Semiáridas (MARAS), con más de 350 monitores instalados en la región, donde se chequea el estado y la tendencia a largo plazo de los pastizales naturales.
El planeta es uno y no es infinito, y el trabajo de personas como Celso Giraudo, Nicolás Ciano, Juan María Escobar y tantas más ayudan día a día a cuidarlo, vivirlo y salvarlo.