Al margen del peligro que implica, el mal estado en que se encuentran distintas rutas de la provincia de Neuquén no hace más que poner en evidencia tanto la falta de mantenimiento como las flaquezas presupuestarias de un servicio que, por supuesto, no es menor.
Esta realidad -indisimulable a fuerza de baches, desniveles, grietas - tiene su conexión con otras prestaciones. Algunas esenciales, como Salud, que padeció la reciente falta de insumos en los laboratorios del Hospital Castro Rendón. Y otras fundamentales, como el EPAS, con sus demoras para solucionar pérdidas de agua o desbordes de líquidos cloacales.
En materia de rutas, las quejas que ya había expresado la intendenta de Rincón de los Sauces, Norma Sepúlveda y la Cámara Hotelera de Villa Pehuenia -por citar sólo a dos - tuvieron presencia en la Legislatura, donde una alidada del MPN, Carina Riccomini (Juntos), plasmó en proyectos inquietudes que le habían llegado.
En sendas iniciativas, la legisladora refirió a cuestiones tan sensibles y urgentes como estratégicas y lógicas. Por un lado, pidió la “urgente” reparación de la Ruta Provincial N 7, en el tramo que corre entre Añelo y Rincón de los Sauces e hizo ver que su lastimoso estado perjudica no sólo a los vecinos, sino también a los operarios que se trasladan hacia y desde las áreas de Vaca Muerta.
“De qué sirve producir 335.000 barriles (de petróleo) por día, si esto no derrama en las inversiones necesarias para que los caminos de nuestra provincia sean seguros”, acusó.
Respecto de la Ruta Provincial 26, que une a las localidades de Loncopué y Caviahue-Copahue consideró que el tramo “no está a la altura de los recursos turísticos, paisajísticos y naturales” de esta provincia que, justamente, tiene sus principales ingresos tanto en la producción de petróleo y gas, como en el turismo.
También en la semana, el diario Mejor Informado publicó las inquietudes de un vecino que, a través de un video, expuso el avanzado deterioro de la Ruta Provincial 5. “Llegando al famoso Baden de Carranza el que muy seguido cuando llueve se mantiene cortado más de 24 horas, aislando a Rincón de los Sauces, si hay emergencia no se pasa a ninguno de los lados”, se quejó. En paralelo se conoció la preocupación de la comunidad educativa del CPEM N 93 de Ruca Choroi (departamento Aluminé) por “el pésimo estado de la Ruta Provincial 18”.
Los casos abundan. A punto tal que su enumeración resultaría tediosa. Y aquí un paréntesis: las críticas no se dirigen sólo a Vialidad Provincial, sino también a Vialidad Nacional, en especial por el deplorable estado de la Ruta 40, entre San Martín de los Andes y Villa La Angostura. Cierra paréntesis.
En fin, la Legislatura ha comenzado a evaluar -en sus comisiones- un proyecto que fue impulsado por los conductores de los tres poderes del Estado provincial neuquino y que propende a ordenar, si se quiere, los presupuestos para garantizar la prestación de servicios. Así y todo hay asuntos que no deben soslayarse y que condicionan la disponibilidad de recursos. Uno de ellos es la actualización de sueldos a través del índice de precios al consumidor (IPC), devenida en espada de Damocles por obra y gracia de la escalada inflacionaria, que ahora se mide en forma semanal. Si aumentan los precios, suben los sueldos y crece, además, la porción de la torta que se llevan.
El sistema por IPC fue concebido durante la actual gestión provincial, pero en un contexto de la economía nacional muy diferente al de agosto último que, devaluación mediante, acusó índices inflacionarios de dos dígitos: 12,4% en el país y 10,6% en la provincia. Sin embargo, el problema no es nuevo. En los primeros años de siglo XXI, el entonces gobernador Jorge Sobisch, advertía sobre la forma en la que se resentirían los servicios a la sociedad si la masa salarial alcanzaba más del 50% del total de los recursos provinciales, lo repetía con énfasis en sus discursos inmersos en protestas sindicales constantes. Pasaron los años y esa barrera se superó en forma holgada hasta llegar a este presente de replanteos en cuanto a los gastos del Estado.
La mentada paz social y las inversiones en procura de evitar piquetes y otras protestas tuvieron su costo. Y, para qué negarlo, fue altísimo. Se acallaron las protestas gremiales, es cierto. Pero (en algunos casos) se les asignaron cargos a quienes no estaban capacitadas para ejercerlos. Se usó a la administración pública como sitio de contención política y no de soluciones para la gente, hubo superposición de tareas (hasta subsecretarías con funciones prácticamente idénticas) y, en medio de ello, creció la población de ñoquis. La consecuencia fue un deterioro progresivo en la calidad de los servicios y la ausencia de recursos para tener algo tan básico como rutas en condiciones.
El gobierno que viene, ya dijo que no avanzará sobre los derechos de los trabajadores. Pero irá contra aquellos que cobran como si lo fueran y en realidad no lo son. También aseguró que administrará los recursos para que vuelvan a ser de todos los neuquinos. El desafío es necesario, indispensable; máxime frente a un futuro promisorio como el que dejan avizorar las producciones de Vaca Muerta.