La semana empezó con una confirmación: Donald Trump está dispuesto a aceptar todas las condiciones de Putin para terminar la guerra en Ucrania. En Arabia Saudita, sus representantes escucharon las exigencias rusas para un cese del fuego. Y terminó con la cruel y condenable puesta en escena de Hamas para entregar los cuerpos de cuatro rehenes israelíes. Ambas situaciones ponen a Donald Trump, como desde hace meses, en el centro de la escena. Arranquemos.
Trump propone terminar la guerra con un triunfo de Rusia
La transformación de Trump en una especie de vocero ruso cambió por completo la relación de fuerzas en la guerra en Ucrania, de cuyo inicio mañana se cumplen tres años. Rusia ya puso las condiciones para acabar con la guerra, el gran objetivo de Trump. Entre ellas se destacan quedarse con el territorio invadido y vetar el ingreso de Kiev a la OTAN. Trump las aceptará y las empezó a justificar: llamó "dictador" a Volodimir Zelenski, el líder que se transformó en símbolo del orden liberal democrático que Putin violó en febrero de 2022. También lo acusó de haber provocado la guerra al no aceptar ceder territorio a Rusia. Y, para terminar, le pidió que ceda la mitad de los derechos de sus minerales como pago por la ayuda militar y económica recibida durante la guerra.
Mientras Ucrania mira esta embestida de Trump con desesperación, Europa se hunde en la impotencia. Esta semana intentó hacer lo que nunca ha podido frente a un problema: unificarse. La Unión Europea necesita, al menos, estar sentada en la mesa en la que se está diseñando el nuevo orden mundial que propone Trump. De emergencia, Emmanuel Macron armó una reunión en París para definir la estrategia de seguridad de la UE y su papel en las conversaciones de paz sobre Ucrania. El resultado fue malo: algunos países se enojaron por no ser invitados y los que fueron no lograron consenso. Ahora Macron y el primer ministro británico, Keir Starmer, viajarán a Washington para reunirse con Trump. En este contexto, se trata de una auspiciante noticia.
En paralelo, la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) que se desarrolló en Washington mostró al trumpismo en su momento de mayor poder y euforia, con claras intenciones de expandirse globalmente, especialmente en Europa. La ofensiva había comenzado la semana pasada en Munich, donde el vicepresidente J.D. Vance humilló a los líderes europeos al afirmar que su mayor amenaza no era Rusia sino ellos mismos, por «abandonar valores fundamentales compartidos con Estados Unidos».
La conferencia reunió a los principales referentes de la extrema derecha europea, aliados ideológicos del nuevo gobierno de Estados Unidos que irritan a los principales líderes europeos: expusieron el español Santiago Abascal de Vox, el británico Nigel Farage, símbolo del Brexit, y representantes del húngaro Viktor Orbán y del partido Ley y Justicia polaco. También lo iba a hacer Jordan Bardella, presidente del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, pero prefirió no aparecer cuando Steven Bannon realizó un gesto muy parecido al saludo nazi.
Para completar el panorama, Elon Musk, funcionario estrella de la administración Trump, volvió a apoyar a Alternativa para Alemania (AfD) para las elecciones de hoy. Lo hizo a través de X. Las encuestas dicen que será la segunda fuerza más votada y, aunque quedará neutralizada por las alianzas que harán los partidos tradicionales para formar gobierno, su crecimiento preocupa porque dificulta cada vez más mantener el cordón sanitario que viene funcionando en Alemania para impedir el acceso al poder de una fuerza que se considera una amenaza para la democracia.
La crueldad de Hamas y un cese del fuego a punto de acabarse
En Medio Oriente, Hamas aumenta la crueldad en su manejo de los rehenes retenidos desde hace más de 500 días. Esta semana, el grupo terrorista montó un perverso espectáculo con la devolución de los cadáveres de cuatro personas, incluyendo los dos niños de la familia Bibas de 2 y 9 años. El jueves, las Fuerzas de Defensa de Israel denunciaron que Hamas había entregado un «cuerpo anónimo e indeterminado» en lugar de los restos de la madre de esos niños, Shiri Bibas, violando gravemente el acuerdo (el cuerpo fue entregado el viernes). Por todo esto, Netanyahu decidió suspender la liberación de presos palestinos prevista para ayer hasta que Hamas se abstenga de «ceremonias humillantes» en la entrega de rehenes.
Esta escalada terminó de convencer a los pocos israelíes que aún dudaban de que la única alternativa que tiene su gobierno es que Hamas sea expulsado completamente de Gaza. Para eso, Israel deberá retomar los ataques. El gobierno de Netanyahu ya está decidido a hacerlo, aunque sabe que eso significaría arriesgar la vida de los secuestrados que aún permanecen en los túneles de Hamas. La primera fase del acuerdo de liberación de rehenes y alto el fuego terminan el próximo fin de semana y eso podría poner fin a 42 días sin combates, ya que las negociaciones para una segunda fase están estancadas.
Trump respaldaría una eventual ofensiva israelí. En una entrevista en Fox calificó de «barbárico» el manejo de Hamas de los cuerpos de los rehenes y el asesinato de los niños Bibas. Cuando se le preguntó si prefería que Netanyahu completara la segunda fase del acuerdo o reanudara la guerra, respondió que «a veces tienes que tomar una decisión difícil». Netanyahu viene diciendo desde que empezó la guerra que Israel no permitirá que Hamas mantenga el control de Gaza y se comprometió a desmantelar la organización. Todavía no lo ha hecho.
En esta semana que comienza habrá que estar especialmente atento. Trump intentará aumentar su ofensiva y su presión para poner fin a la guerra en Ucrania. ¿Qué hará Alemania tras su elección general de hoy? Por otro lado, serán las últimas horas de un alto el fuego en Gaza, que pone a Netanyahu ante una decisión extrema: volver a intentar acabar con Hamas o sostener la esperanza de su pueblo de recuperar los rehenes y los cuerpos que aún no fueron devueltos.