No se sabe bien por qué. Tal vez los peritos psiquiatras lo diluciden, tal vez no. Lo cierto es que Hugo Orlando Fernández, 35 años, sacó desde algún rincón oscuro de su propio ser una conducta alienada que lo llevó a matar, a cuchillazos, a su propia hija, Francesca, de 5 años.
El crimen ocurrió en las últimas horas del viernes, en Berisso, provincia de Buenos Aires, y Fernández, una vez cometido el bárbaro ataque, dejó a su hija agonizando y se perdió en la noche, para después, en la esquina de la calle 38 y Camino a La Florida, cortarse el cuello con el mismo cuchillo con el que había atacado a la niña.
Allí lo encontró la policía, en medio de un charco con su propia sangre. El Servicio Médico (SAME) logró estabilizar al filicida, y lo llevó al hospital Marrio Larrain, en donde quedó internado y fuera de peligro. A las pocas horas fue dado de alta, y se ordenaron pericias psiquiátricas.
Esas pericias tal vez indiquen, si eso es posible, el por qué de la saña con la niña de 5 años, su hija. Fernández hundió su cuchillo en ella tres veces, una en el pecho y dos en los costados. La chica fue llevada todavía con vida al hospital, pero los profesionales que la atendieron no lograron estabilizarla y murió a las 23,30 de ayer, viernes.
El lado oscuro de la Argentina queda en evidencia con este tipo de hechos. Es muy complejo prevenir para que no ocurran. Tanto como conseguir una sociedad que logre hacer primar la satisfacción por sobre la insatisfacción, la razón por sobre la locura.