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La mujer que busca el avión caído hace 55 años

Es la mayor tragedia de la Fuerza Aérea Argentina: murieron 68 personas. Nunca se encontró nada. Ella sigue buscando.
Martes, 17 de noviembre de 2020 a las 00:56

En medio de la  selva más tupida de Costa Rica, unos baqueanos se abren paso a machete limpio para que la vista inquieta y el cuerpo electrizado de Cecilia Viberti se sienta más cerca de su padre. Todo es calor, humedad y vegetación agobiante. Por momentos, esa sensación rara de estar próxima a un pedazo de metal, un vestigio del avión TC48 de la Fuerza Aérea Argentina que manejaba su padre. Por momentos, la negación de cualquier hallazgo y la necesidad de recargar la energía de la búsqueda en un nuevo hachazo.

Hace 55 años que la caída de ese avión le puso en marcha las turbinas de la búsqueda.  Así lo confiesa en el programa “Viaje al puerto de la noche”, por AM 550 y 24/7 Noticias, y agrega: miro hacia atrás y –si bien tuve mi vida, mi familia, mis residencias en otros lugares- veo que nunca dejé de buscar. Y, para muestra, suma un hecho reciente: se encontraba con un problema serio de salud, agotada, sin ánimo y recibió un dato desde el exterior sobre la misteriosa desaparición del TC48. Al instante, sintió eyectarse de esa pesadumbre y volvió a activar su vida intensa.

La historia de la búsqueda del avión –en el que murieron 9 tripulantes, 5 pasajeros y 54 cadetes de la Fuerza Aérea- está tupida de datos y fechas y testimonios y especulaciones. Tan tupida como la selva costarricense adonde llega por segunda vez, en este caso a filmar el documental “La última búsqueda”.

Desde Funes – provincia de Santa Fé-, Cecilia asegura que su búsqueda “empezó en el minuto uno” tras conocer la desaparición del avión, con sus 9 años. “Cuando se hacían las reuniones familiares, mi madre y mi abuelo juntaban todos los papeles y grabaciones que tenían y las guardaban en un ropero, adonde estaba todavía la ropa de mi padre. Yo, sin que me vieran, me encerraba en ese armario para sentir el olor de mi padre en sus ropas y revisaba uno a uno los papeles. Yo, con esa edad, ya necesitaba saber qué había pasado”. Esa sed por la verdad, la alimenta hoy, a 55 años de la mayor tragedia de la Fuerza Aérea y sobre la que pivotean dos hipótesis: que cayó al mar o en esa selva de Costa Rica en la que se retrata la vista inquieta y el cuerpo electrizado de Cecilia.

Es cierto que sin cuerpo no hay duelo y que sin vestigios no hay certeza del avión caído. Pero también ella coincide que la búsqueda es un motor que no la para la muerte, porque aún en el hipotético caso de un hallazgo, la necesidad de saber más y más no se detendrá nunca.

Hace pocos días, el 3 de noviembre, se cumplieron 55 años desde que uno de los aviones que transportaba a los cadetes egresados desapareció en territorio de Costa Rica. Cada año, para esa fecha se renueva, se trata de desempolvar cada uno de los elementos que  componen la historia: la presunta falta de mantenimiento de los aparatos, el incendio de dos motores en pleno vuelo, la comunicación con otro aviador de la zona, el diálogo desde la cabina anunciando el desperfecto, el posible viraje hacia la izquierda o hacia la derecha, la continuidad del otro avión, las búsquedas y sentencias oficiales, las nuevas búsquedas por mar y tierra, …el silencio, la selva tupida de especulaciones y la desaparición de la verdad, junto con ese Douglas DC-4 y 68 vidas.

Como Cecilia hay muchas personas hoy (en Argentina y el mundo) que están tras los restos de la aeronave.  En todas ellas está la vista inquieta y el cuerpo electrizado, que mutará de generación en generación hasta el primer resto, hasta la última confirmación de lo que sucedió en 1965.

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