En un rincón alejado de Naunauco, sin electricidad ni comunicación moderna, Sebastiana Gerez y Tomás Valenzuela viven una vida dedicada al campo, al cuidado de sus animales y a mantener vivas las tradiciones heredadas.
Prima Multimedios, con Celina Barchiesi a la cabeza, viajó hasta su puesto, ubicado a 35 kilómetros de Chos Malal, para conocer su historia. Desde un paisaje casi intacto, ambos describen su trabajo como una rutina que no conoce pausas, especialmente en las épocas clave, como la de pariciones, que está por comenzar.
“Se aprende mirando”, relató Tomás, recordando cómo desde niño salió al campo con su familia para aprender las tareas diarias. “La opción es trabajar, no hay otra”, añadió.
En su relato, destaca la importancia de aprovechar el tiempo, dejando que las chivas pastoreen todo el día para que no pierdan peso. "Hay que largarlas temprano y no rodearlas muy pronto", explicó, refiriéndose al trabajo de guiar a los animales de vuelta al corral solo cuando el sol comienza a desaparecer.
La clave para asegurar que las pariciones se den de la mejor manera, según Tomás, es mantener a los animales bien alimentados y activos.
"Las chivas grandes están gordas y bien cuidadas, creo que este año les irá bien", comentó, mientras describe su día a día, que comienza al amanecer y se extiende hasta la tarde. El tiempo que pasa fuera de casa lo dedica a pastorear, alejando a los animales para que aprovechen al máximo el pasto disponible. A pesar de las largas horas en el campo, Tomás nunca se queja. "Me crié al lado de los animales y tengo mucha experiencia", aseguró.
Sebastiana, por su parte, comparte cómo la vida en el campo es un ciclo constante de trabajo. "Se empieza temprano, cocinando, limpiando y preparando todo para el día", describió. A pesar de las dificultades económicas que enfrentan, especialmente cuando los animales adelgazan después del invierno, la pareja supo adaptarse. Con ingresos provenientes de su jubilación y la pensión de Tomás, logran salir adelante, aunque reconocen que la venta de animales disminuyó considerablemente.
"Ahora la gente no compra tanto, ni carne ni vacuno, porque los animales ya no están en las mejores condiciones", resaltó Sebastiana.
La tierra que habitan, heredada de la familia de Sebastiana, representa más que un lugar físico. Para ellos, es la continuidad de una tradición que se mantuvo viva durante décadas. Las tareas diarias no terminan con la puesta del sol. "Nos acostamos tarde, alrededor de las 10 u 11, y a la mañana siguiente hay que volver a empezar, porque siempre hay que estar atentos a los animales", comentó Tomás.
El agua que los abastece proviene de una vertiente cercana, y aunque no cuentan con electricidad ni medios de comunicación, el entorno natural les ofrece una paz difícil de encontrar en otros lugares. A medida que la época de pariciones se aproxima, Tomás y Sebastiana saben que deberán estar aún más atentos. "Las chivas paren en el campo, no en el corral. Van a los mismos lugares todos los años", finalizó Tomás.