Durante las últimas semanas una noticia cruzó desde El Vaticano a Neuquén sin escalas. Se trata del inicio del proceso de beatificación para una monja neuquina. La intención de la entidad cristiana es que esta joven mujer, que falleció en 2016 por un brutal cancer de lengua, se convierta en una de las santas del nuevo milenio. Su última imagen, en el lecho de muerte, conserva una sonrisa que hoy es la base de los que luchan para convertirla en santa.
Oriunda de San Martín de los Andes, Cecilia María Sánchez Sorondo fue una reconocida monja espiritual en Argentina. Si bien sus primeros pasos los dio en el sur patagónico, su vida transitó entre Buenos Aires y Santa Fe. El motivo de tanto traslado fue el trabajo de su padre militar. En medio de las idas y venidas la mujer encontró su vocación. Primero enfermera, luego monja de las Carmelitas Descalzas, adonde adoptó el nombre de Cecilia María de la Santa Faz.
Ya desde sus orígenes dentro del cristianismo fue siempre reconocida por su empatía y alegría. Con la sonrisa como estandarte ocupó el rol de tornera de la Capilla del Carmelo en Santa Fe donde no tardó en ganarse el corazón de los visitantes del lugar. "Uno se acercaba a las hermanas buscando consejo, palabras de aliento, y la hermana Cecilia siempre estaba dispuesta a brindar una sonrisa cálida y un consejo sabio", relató Fabiana Guadalupe Retamal de Botta, amiga cercana de la monja neuquina.
Don de la alegría y el saludo del Papa
Entre quienes la conocen y empezaron el proceso de santificación de la mujer, aseguran que el don de la alegría estaba presente en ella. Para muchos de sus conocidos su capacidad de transformar el sufrimiento en amor es una de las principales causas que incurren en el proceso de beatificación.
Durante el tiempo que duró su enfermedad, el aplomo y la tranquilidad con la que vivió la mujer son un ejemplo para todas las personas que la acompañaron. Siempre destacan su sonrisa, su buena voluntad y su encomienda a Dios. "Jesús en vos confío", repetía en su lecho de muerte, pese a que la situación cada vez se intensificaba más y más.
Fue el propio Papa Francisco el que le envió una carta a la mujer deseándole lo mejor: “Hola Cecilia, yo estoy cerca de ti, sé lo que estás pasando, el momento de cruz, pero se también la paz interior que tenés el ofrecimiento que hacés por la Iglesia. Que sea lo que el Señor quiera, que lo que Él quiera es lo mejor siempre, ¿no? Entonces cada día está en la Voluntad de Dios. Te acompaño con mi oración y mi bendición. Y vos rezá un poquito por mí, un poquitito. Te quiero mucho”
Durante sus últimas horas de vida, aunque ya no era capaz de hablar por el tumor en su lengua, expresarse no era un problema. Escribir aún estaba entre sus habilidades y dejó más de una carta contando sobre si situación. Ya llegando a mayo de 2016, dio a conocer que se empezaba a despedir: "Estaba pensando cómo quería que fuera mi funeral. Primero un poco de fuerte oración, y después una gran fiesta para todos. No se olviden de rezar, pero tampoco de celebrar”
Ahora, a casi diez años de su muerte, hay quienes aseguran que su don de la felicidad fue capaz de mejorar la vida de muchas personas. Sin embargo, eso no es motivo para santificar a una persona. Para eso se requiere de la existencia de milagros comprobados. En ese camino está la iglesia, para ver si finalmente se le da curso al lago proceso de beatificación y canonización de la neuquina.