A menudo, la lectura puede tener un sabor amargo. Su dulzor se evapora, aquella fantasía que enamora la mente se esfuma, y todo color rosa que uno evoca al pensar en las páginas de un libro parece volverse obsoleto.
A menudo, los adultos orquestan listas elaboradas sobre los beneficios de la lectura. Empiezan por lo científico y pedagógico: leer germina un vasto vocabulario, el hábito de leer regularmente afila las capacidades de concentración, reduce el estrés, extiende las horas de sueño. Prosiguen con aspectos que parecen abstractos, como el hecho de que la literatura es un refugio, un lugar donde sentirse seguro, una manera de conocer otros mundos, otras voces, otros estilos de verle la magia a la vida.
A menudo, esos mismos adultos interpretan mal un dato innegable de la actualidad. “Los jóvenes leen”, han comenzado a decir acertadamente. La juventud lee, habla al respecto en las redes sociales, y asiste en masas a eventos como la Feria del Libro. No obstante, esta realidad no se corresponde pura y únicamente con la belleza de la literatura y su atractivo. Los jóvenes leen, sí, pero la literatura también puede ser algo agridulce.
Foto: Ediciones Urano nos ofrece "Agridulce", el nuevo trabajo de Susan Cain.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 y las consecuentes políticas de aislamiento social, las estadísticas indican que la población mundial comenzó a leer más. Por supuesto, esto se debe parcialmente a una necesidad de entretenerse.
Después de tragarse todas las series de Netflix, incendiar un par de cupcakes en un afán de mejorar habilidades culinarias, y aburrirse de juegos de mesa, muchos optaron por aquel libro que estaba juntando polvo en la estantería del living. Sin embargo, este incremento en la cantidad de lectores dista ser solo una necesidad de entretenerse durante el encierro. Se debe a la soledad, y ese no es un sentimiento exclusivo de la pandemia. Específicamente, la adolescencia y la temprana adultez son etapas solitarias. Agridulces. Y es ese sabor amargo del mundo real el que conduce a miles de jóvenes a sumergirse en las páginas de una novela.
Foto: Susan Cain, autora de, entre otras obras, "Quiet: El poder de los introvertidos en un mundo que no puede dejar de hablar".
La juventud encuentra en la ficción una manera de sentir sus emociones en un espacio seguro, contenido y controlado. Pueden cerrar un libro en cualquier momento, cuando aquellas sensaciones los sobrepasan. Pueden elegir cuándo, cómo y dónde recurrir a la literatura para lidiar a través de la ficción, con aquello que les sucede en la vida real. Lo agridulce de sus vidas puede enfrentarse en la seguridad proporcionada por la actividad de leer.
Así, en contextos solitarios para los adolescentes de hoy, con la amenaza de las redes sociales, y la incomprensión constante que caracteriza dicha etapa de la vida, leer se convierte en un escape seguro y efectivo.
Los jóvenes leen, sí, pero no solo porque reconocen la belleza y las ventajas de dicha acción. Leen porque lo necesitan. Y porque la literatura es un ámbito cómodo donde pueden ser, sentir y pensar aquello que no es posible en otros espacios.
El nuevo libro de Susan Cain, Agridulce, se inserta en esta problemática. La autora estadounidense, quien ha sido denominada por LinkedIn como una de las diez personas más influyentes del mundo en la actualidad, revolucionó la industria editorial con su primera novela, Quiet: El poder de los introvertidos en un mundo que no puede dejar de hablar.
Disponible en más de 40 idiomas, Quiet ha estado en la lista de libros más vendidos del New York Times por más de siete años. Tras ser galardonado numerosos premios, el mensaje de este libro consiguió su expresión en una charla TED con más de 40 millones de visualizaciones, una de las favoritas de Bill Gates.
Foto: Cain es la autora estadounidense denominada por LinkedIn como una de las diez personas más influyentes del mundo en la actualidad.
Además de traer Quiet en español a todas las librerías del país, Ediciones Urano nos ofrece Agridulce, el nuevo trabajo de la autora donde parte de preguntas: ¿por qué muchos poetas, artistas y filósofos tienen personalidades melancólicas? ¿Cuál es la relación entre el arte y las “emociones negativas”? ¿Cuál es la conexión entre la tristeza, la melancolía y el anhelo con el proceso creativo? ¿Cómo influyen los contratiempos y dolores de la vida en la cultura que producimos y consumimos?
Además de responder estos interrogantes, Agridulce pretende enseñarnos a sacarle partido a este tipo de emociones. De acuerdo a Cain, lo agridulce es “una respuesta genuina y enriquecedora al problema de estar vivos en un mundo lleno de defectos y, sin embargo, obstinadamente hermoso”. Es sobre esta base que la autora plantea la idea de reconocer el miedo y tratar de convertirlo en innovación, de buscar trascender lo negativo en la vida al convertirlo en arte.
Bajo esta consigna, la literatura no siempre posee aquel aura precioso que solemos colocar sobre ella. A menudo, es difícil. A menudo, es un desafío. Y para los jóvenes del siglo XXI, la lectura es una puerta que abren por necesidad.