Dos jóvenes muy atractivos y llamativos visitaban las mismas discos en Frankfurt, Alemania. Hablamos del año 1988 y de Fabrice Morvan y Rob Pilatus, bailarines afrodescendientes que levantaban todas las miradas de la movida nocturna de aquella ciudad. Pronto, su amistad creció y se volvieron socios en esto de intentar la fama. No les sobraban habilidades. Sólo su aspecto y el baile los acompañaban. Pero estaban llegando los 90´y todo lo que brillaba era oro, desobedeciendo a la famosa frase.
La tele local los tomó como staff y un productor ambicioso hizo el resto. Esos ojos claros en cuerpos morenos con rastas y abdominales podían dar resultado en el mundo de la música, a pesar de no saber tocar ningún instrumento ni saber cantar. Situación que no amedrentó a Frank Farian, el verdadero artífice del fraude, quien buscó a Charles Shaw, John Davis y Brad Howell para que ejecutaran y cantaran diversas grabaciones musicales.
La idea era simple: estos artistas permanecerían en el anonimato y en su lugar (tanto en los videos como en las presentaciones en vivo) se presentarían Fabrice Morvan y Rob Pilatus porque, a juicio de Farian (y del resto la humanidad), tenían una “imagen mucho más atractiva”.
El plan tenía sustento: Farian componía, músicos y cantantes ponían lo suyo y el resto era playback de la mano de dos hipnóticos personajes. El problema fue el éxito. Ninguno de los involucrados soñó jamás con trascender las fronteras de la música pop global con este experimento.
“Era una idea loca, pensé que solo sonaría en discotecas y que no pasaría nada. Nunca pensé que tendría éxito, pero para entonces ya era demasiado tarde y me daba vergüenza aclarar la verdad”, contó Farian mucho después a Los Angeles Times.
El disco debut de Milli Vanilli se llamó All or Nothing y fue lanzado en noviembre de 1988: trepó a la cima de los rankings de la industria en España, Austria, Gran Bretaña, Alemania y otros países europeos. En la tapa del disco había una foto de Morvan y Pilatus, pero en ningún lado decía quién cantaba.
Hasta que comenzaron los errores y siempre con Estados Unidos como testigo. El primero: Gracias al éxito en Europa, Arista Records editó el disco que se lanzó en marzo de 1989 con el nombre de la canción de mayor éxito, Girl You Know It's True. Pero en los créditos, Morvan y Pilatus aparecían como los cantantes, un detalle que tiempo más tarde sería clave porque permitiría que los acusaran de fraude.
En el país de la Libertad el fenómeno Milli Vanilli explotó. Gracias a Girl You Know It’s True y Baby Don't Forget My Number vendieron siete millones de copias y alcanzaron el codiciado disco de platino.
Segundo error: los protagonistas empezaron a tener una gran exposición pública y algo llamaba poderosamente la atención; el rudimentario inglés, de marcado acento europeo contrastaba con el de las canciones grabadas.
Era una época previa a Internet, todavía no existía el término “viral”, y los rumores y los comentarios maliciosos no viajaban a la velocidad que lo hacen ahora en las redes sociales. Así que la pantomima siguió adelante.
El éxito los llevó a “presentaciones en vivo” y a nominaciones a los más prestigiosos premios de la música, entre ellos el Grammy.
“Al principio nos emocionamos por estar nominados, pero después nos dimos cuenta de que nuestro secreto estaba en peligro porque si ganábamos tendríamos una exposición cada vez más masiva”, recordó Fab Morvan en una entrevista con el sitio Yahoo.
“Mientras íbamos al Shrine Auditorium en la limusina, rezábamos para que se lo dieran a Indigo Girls, a Tone Loc o a Soul II Soul, pero por favor a nosotros no. Cuando dijeron nuestro nombre me quedé en shock porque, de repente, el mundo estaba mirándonos más de cerca”, recordó.
El tercer error estaba al caer: mientras el dúo presentaba sus temas en un concierto para la cadena MTV en Connecticut, el playback del tema “Girl you know it’s true” falló imprevistamente (se comenzaron a repetir los primeros acordes y la estrofa de la canción, mientras los cantantes continuaban su acto normalmente). Al darse cuenta de la falla técnica, Morvan y Pilatus no tuvieron más remedio que retirarse intempestivamente del escenario dejando todo en evidencia ante más de 15.000 personas.
El final es cantando y no en modo playback: humillación total. A pocos meses de recibir el Grammy, les fue quitado, por única vez en la historia de este galardón. Arista Records sacó el disco y sus simples de sus catálogos. En los Estados Unidos se presentaron 25 demandas colectivas exigiendo la devolución del dinero de discos, entradas de conciertos y productos de merchandising.
El productor salió ileso de demandas y los jóvenes bailarines desaparecieron de la escena. Hoy vuelven a aparecer en un documental contando más detalles de esta historia, que se pude ver en Paramount Plus.