La pandemia de coronavirus desnudó la crisis educativa a lo largo y ancho del país y puso a los chicos en pausa durante todo el ciclo lectivo 2020. Un informe titulado “Los cambios en la educación argentina durante la pandemia de COVID-19. Un estudio sobre la evolución de las prácticas escolares y familiares durante el aislamiento” realizado por el Observatorio Argentinos por la Educación reflejó que el vínculo de los estudiantes con los docentes fue “esporádico” y se profundizó la preocupación familiar por los aprendizajes.
De junio a noviembre disminuyó 11 puntos porcentuales la comunicación diaria entre estudiantes y docentes en las escuelas primarias urbanas. En paralelo, se incrementó la comunicación cada 15 días, es decir que el vínculo de los alumnos con la escuela pasó a ser más esporádico. A su vez, disminuyó en 6,5 puntos porcentuales la proporción de alumnos que destinan más de 3 horas por día a sus actividades escolares: se pasó de 52,2% a 45,7% en este período.
El informe con autoría de Sandra Ziegler (FLACSO), Víctor Volman y Federico Braga hizo foco en los cambios en las prácticas pedagógicas y la relación entre escuelas y alumnos. Entre junio y noviembre hubo variaciones no solo en la frecuencia de la comunicación, sino también en sus razones: por ejemplo, aumentó 21,1 puntos porcentuales la comunicación destinada a corregir y evaluar tareas realizadas por los alumnos. Además, creció 5,8 puntos porcentuales la comunicación para saber cómo estaban los alumnos e interesarse por la situación personal o familiar.
“De los datos del informe se desprende que hubo mayoritariamente un vínculo estable de los docentes con sus alumnos, aunque la frecuencia de contacto y la cantidad de tiempo semanal dedicado a las tareas escolares han disminuido con el transcurso del tiempo”, señaló Sandra Ziegler, coautora del informe. Y agregó: “Las prácticas prevalecientes de contacto fueron el envío de tareas a resolver y la evaluación de aprendizajes, y no se evidencian otros modelos de actividad en el trabajo remoto”. Ziegler también destacó que “la preocupación por la situación emocional y de cuidado de niños y niñas ha resultado un motivo de contacto de las escuelas a medida que avanzó el año”.
El relevamiento fue respondido por familias en base a una muestra representativa a nivel nacional de 262 escuelas primarias comunes de ámbitos urbanos. Los datos fueron recogidos en línea, es decir que las respuestas fueron brindadas por hogares con conexión a internet.
7 de cada 10 familias (66,7%) piensan que la suspensión de las clases presenciales será perjudicial para el aprendizaje.
“La pandemia produjo un quiebre respecto de dos funciones sociales de la escuela: la disciplina y el cuidado, que al contrario de la disciplina sigue más vigente que nunca –afirmó Verónica Gottau, doctora en Educación por la Universidad de San Andrés e Investigadora Asociada del CEPE-Universidad Torcuato Di Tella–. Sin embargo, la escuela sí pudo retomar su función evaluadora y proveedora de contenidos. La caída de 11 puntos porcentuales en el contacto docente-alumnos junto al aumento de las actividades y evaluaciones pone en evidencia que las prácticas escolares pueden subsistir incluso con vínculos pedagógicos deteriorados”.