"Pupi", "Orejitas" o "Bigotes"; muchos nombres coronan a este perro callejero, muy parecido a un Jack Russell Terrier, que es el guardián de un barrio a las orillas del lago Mari Menuco. Llegó un día común y corriente, nadie sabe cómo, pero automáticamente el lago, las calles de arcilla y los grandes campos verdes se convirtieron en su casa. O mejor dicho, Pupi se convirtió en la casa de muchos neuquinos y neuquinas que deciden pasar el día y vacacionar en este lugar.
En una entrevista exclusiva, Paola Maro, la persona que lo cuida cuando no queda gente en el barrio y quien hizo de su casa un refugio para él, expresó a Mejor Informado lo que significa este compañero incondicional que llegó en plena pandemia y sin previo aviso.
"En julio de 2020 vinieron unos hombres a trabajar a casa y un día se fueron y quedó el perro. Yo los había visto que le daban de comer pero me dijeron que no era de ellos", expresó.
"El asunto es que quedó acá y se iba con algunos vecinos. Siempre como es el: muy alegre", continuó Paola. Con el paso de los días, así como otros, empezó a darle de comer junto a la llegada de los días cálidos. La primavera trajo el viento y poco a poco llegó el verano, con cada vez más gente que concurría al barrio para disfrutar del calor en el agua.
Pupi no sólo recorría el barrio, dando la bienvenida a quien llegara, sino que se instaló en las playas de arena para cuidar de los nenes que jugaban en la orilla. "Empezó a venir más gente y él cada vez más chocho con los nenes", agregó Paola. En los largos días de verano, cada vez que se alejaban mucho de la orilla, ladraba en signo de alarma, los seguía hasta donde hacía pie y les pedía que le tiren piedras para sumergir su cabeza cual buzo y buscarlas bajo el agua.
A medida que lo fue conociendo, Maro se dio cuenta que le tiene miedo a cosas que hacen mucho ruido. "Le tiene terror a la engrampadora, la agujereadora, la aspiradora, incluso se asusta cuando estornudás", comentó, "se ve que algo le ha pasado antes de llegar acá", continuó.
No hay lago sin Pupi
Sin embargo, un fin de semana de febrero del 2021, la gente del barrio le devolvió un poco de todo ese amor. Pupi apareció con un ojo lastimado y si bien todos intentaron ayudarlo desde allá, la herida no mejoraba. Por eso, una de las vecinas del barrio decidió llevárselo a Neuquén Capital por unos días para que lo atiendan en una veterinaria.
"Ahí también lo castraron y lo revisaron todo, fue cuando nos dijeron que tenía alrededor de 5 o 6 años", explicó Maro. Lamentablemente quedó ciego de un ojo, pero la infección se curó perfectamente gracias a la colaboración de muchos de los vecinos que se dividieron los gastos y se turnaron para recibirlo en sus casas durante su recuperación.
Desesperado por volver a su casa y tras largas semanas de preocupación, fue nuevamente recibido por todos con mucha emoción. Desde entonces, no hay lago sin Pupi.
Un perro con mucha personalidad
Hoy en día y desde siempre, las puertas están abiertas para él. "En cada casa tiene un platito de comida, camita, él tiene propiedades en todos lados para dormir", continuó Maro. Además, se adapta a las costumbres y formas de vida de todos: es compañero para correr, para pescar, salir de paseo en lancha como también para dormir la siesta y almorzar un domingo.
"Yo soy vegetariana hace muchos años, con lo cual en mi casa no hay asados. Y él en los fines de semana va a otras casas donde le dan carne, obviamente", contó entre risas. "Los viernes se le mueve la naricita y se va. Después vuelve los lunes y come de todo: galletas de avena con manzana y hasta zapallo, le encanta", dijo.
Maro contó que es el primer perro que forma parte de su vida, "para mí fue el primero con casi 45 años". Y llegó de una manera única a la vida de todos, pero sobre todo a la de Paola. "Es un alma super niña, siempre es tan alegre y muy al cuidado de todos. Me enseña a confiar en el otro", expresó, "Es tan especial, tiene una identidad propia", concluyó quedándose corta de palabras para describirlo.