Era un día común y corriente para Esteban Sáez, un puestero de la zona de Challacó hasta que recibió un llamado de emergencia desde su estancia. Le habían entrado a robar. Cuando llegó encontró un desastre de sangre en el piso y todo desordenado: "Carnearon a mis chivas en el patio de casa y se las llevaron en una camioneta de una empresa", denunció.
El hecho ocurrió el pasado martes 4 de marzo y desde entonces le exige a la policía que hagan algo. "La policía sabe donde tienen los animales y las cosas. Pero si siguen dejando pasar los días ya no van a encontrar nada", lamentó en diálogo con el portal La Voz de Neuquén. En total le robaron 15 chivos, baterías de sus paneles solares y le pincharon las ruedas de los vehículos para que nadie los persiga.
La bronca del hombre, además del robo, es lo desconectados que quedan los puesteros del resto de la sociedad. Durante los últimos meses este modus operandi se ha incrementado, con personas que aparecen armadas y en camionetas dispuestas a robar todo a los estancieros. Ante esta situación, la preocupación crece, igual que el miedo: "Te da bronca, no se lo que tenemos que hacer. Parece que están esperando que maten un puestero".
¿Justicia por mano propia o intervención policial?
Según Sáez, la lejanía de las grandes ciudades los deja totalmente a la intemperie. La situación no solo amenaza al hombre, sino a toda su familia y puesteros amigos: "Hoy nos tocó a nosotros, mañana le va a tocar a otro y lo van a lastimar. A este ritmo vamos a tener que armarnos los puesteros y hacer algo", comentó ofuscado.
No es la primera vez que sucede algo así el Challacó. Tiempo atrás maniataron a su madre para robarle la paga de unos chivos. También maltrataron a su hermano y amigos en más de una ocasión: "Si la policía no hace nada me voy a armar y voy a hacer cagar a alguno que entre en el puestero pasando por mi tranquera", avisó.
La sensación de tranquilidad del campo parece apagarse en momentos de violencia. El silencio no es silencio cuando alguien entra por la tranquera. Allí la calma se convierte en una gota que nunca termina de caer. Llegar a su casa y encontrar el patio lleno de sangre no es una declaración de paz, es mas bien una guerra...una guerra que Sáez está dispuesto a dar.