Argentina está en la final de la Copa del Mundo. Ese partido con el que millones y millones de compatriotas sueñan a diario y que ahora será una realidad para un combinado nacional, que de la mano de una actuación inolvidable del diez, Lionel Messi, vapuleó a Croacia y la venció por 3 a 0, no sin antes dar una muestra de fútbol a puto toque, amague y gambeta, llevando el estilo del potrero ante los ojos del mundo.
La ilusión, a la que todavía algunos le ponían paños fríos, ya no tiene freno y por eso, mientras esta nota se publica, cientos de corazones albicelestes están festejando en las calles de sus ciudades, pueblos y por qué no, parajes. Y nuestra ciudad, Neuquén Capital, no desentona en esa marea celeste y blanca que está pintando al país.
Decenas de columnas de hinchas de todas las edades, bajaron, bajan y bajarán hacia el emblemático Monumento a San Martín, sitio por excelencia para compartir las alegrías colectivas en este punto de la Argentina. No es para menos, ya que además de golear al rival ¡en una semifinal del mundo!, Messi nos encandiló con una actuación, que tiene todos los números para pasar a los libros de este deporte.
También fue inolvidable el partido que realizó Julián Álvarez, que con apenas un par de encuentros en la Selección, pareció transformar la semi en un “picadito” más, y tras protagonizar la jugada del penal inicial, marcó un golazo, el segundo para Argentina, con media cancha corrida mediante y al mejor estilo del otro diez que hoy no está.
El tercero también llegó por él, pero allí fue Messi, que a fuerza de piernas y talento, como ningún otro tiene, desbordó al lateral figura del equipo croata y dio el pase gol al medio para que el delantero estrella del River de Galallardo ponga la firma final a un partido gigante. Ahora sí, sin dudas, sin miedos, sin incertidumbre, hasta lejano del sufrido estilo argentino, que en este mundial hizo padecer a más de uno.
De vuelta en la capital provincial, a pie, moto, auto o hasta en camiones, la gente decidió salir una vez más a celebrar a los gritos o, en los casos de aquellos que se quedaron sin cuerdas vocales, a través de bocinazos y trompetas. El bullicio general, provocado por la goleada y el pase a la final, retumba en toda la ciudad por estas horas.
Los festejos se dan en un país, que, si miramos su realidad diaria, no tiene mucho para festejar. Por eso esta algarabía y emoción, hacía falta alegría, se reclamaba alguna esperanza a la que aferrarse. Y para dar respuesta a esa demanda, por lo menos de manera momentánea, una selección extraordinaria jugó hoy. A seguir ilusionándose, que hay con qué y solo estamos a un paso. Ahora, a darlo.
ASÍ SE CELEBRÓ EN NEUQUÉN: